El Molinero, su hijo y el asno
Un viejo molinero tenía un asno y pensó venderlo en la feria. Llamó a su hijo, un chico robusto, y ambos arreglaron la forma de llevarlo al mercado. Le ataron las patas y se lo pusieron al hombro. No habían andado unos pasos cuando un joven que pasaba se echó a reír al verlos.
-¡Vaya un cuadro! — exclamó entre carcajadas —. Me parece que el más burro de los tres no es el que va en el medio.
Pasado el primer enojo, supuso el molinero que aquel joven tenía razón. Desataron al burro, lo pusieron a caminar, y el molinero decidió que su hijo lo montara. Apenas echaron a andar, aparecieron por el camino tres comerciantes.
— ¡Vamos! — exclamó uno. ¡Conque el jovencito halló la manera de viajar cómodo, mientras su anciano padre tiene que valerse de sus propios pies! ¡Qué vergüenza! ¡Qué juventud tan desconsiderada!
Los demás le hicieron coro y todavía protestaban airadamente cuando se perdieron en una vuelta del sendero. El molinero se rascó la cabeza: no era justo que un muchacho fuerte como su hijo fuera sobre el burro mientras él caminaba. Hizo que bajara de su montura, subió a su vez, y así siguieron hacia la feria. Pronto se les cruzaron varias muchachas que charlaban y reían alegremente.
-¡Hola! — exclamaron —. ¡Vean al señorón montado en el burro, mientras el pobre niño se cansa las piernas en el camino!
El viejo se quedó pensando: lo más natural era que los dos montaran en el burro y así nadie tendría cosa alguna que criticar. Más adelante pasó un carro con un grupo de gente.
—¡Vean qué manera de tratar al animal! — dijo el carretero a sus compañeros —. ¡Pobre bestia! ¡Ese burrito no llegará vivo a la feria!
Ya no sabía el molinero qué hacer. Se bajó e hizo bajar a su hijo, y tomando al burro por la rienda, siguieron a pie los dos, delante del animalito. Pero entonces los vio un campesino.
— ¡Ajá! — exclamó —. El molinero y su hijo, andan que andan, mientras el burro se pasea. Para mí, lo que estoy viendo son tres borricos.
El molinero entonces se plantó en medio del camino y dijo:
—He sido un burro, realmente, al escuchar a todos. De aquí en adelante, haré lo que me dé la gana. Y eso será lo que esté bien hecho.
No es fácil contentar a todo el mundo, ni debe importarnos la opinión de los demás mientras estemos seguros de proceder bien.
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