la voluntad
La voluntad es uno de los rasgos más sobresalientes de la personalidad que contribuye en gran medida a la realización del propósito personal.

Es la fuerza interior que hace posible el dominio de uno mismo y el control de los impulsos y que permite postergar, reflexionar, tomar distancia de las cosas para otorgarles su verdadera dimensión.

La voluntad puede más que la inteligencia porque su propósito es el cumplimiento de las metas y la inteligencia sin voluntad no llega lejos.

Las exigencias de la vida ponen a prueba la voluntad del hombre, que surge del orden, la disciplina, la constancia y la tenacidad y tiene su origen en la motivación, siendo su meta la esperanza del logro de los objetivos.


La voluntad es el impulso que nos lleva hacia adelante, aún en la adversidad, para hacer lo que hay que hacer sin detenerse en nada que pueda malograr el proyecto.

La voluntad se cultiva para que crezca, madure y se fortalezca, porque empieza siendo pequeña y se va transformando en algo más grande y que es la que nos ayuda a adquirir seguridad en nosotros mismos.

Tiene la virtud de templar el carácter y hacerlo y fuerte, evitando que los avatares de la vida nos hagan perder el camino; porque el hombre sin voluntad es como una hoja en el viento, vaga sin rumbo fijo, impulsado por los acontecimientos y las opiniones ajenas, y es incapaz de encarar un proyecto propio por miedo al esfuerzo.

El hombre imagina una vida y su voluntad se encarga de cristalizar sus sueños, porque voluntad significa querer, es la fuerza para actuar y obtener lo que uno quiere, es intencional y representa el elemento más importante de la decisión, que es un acto racional que incluye una valoración.

La tendencia o anhelo hacia algo puede tener obstáculos, y es la determinación la que lleva a la acción para alcanzar lo querido, porque la voluntad es determinación, o sea, la posibilidad de escoger una opción entre otras, después de haber analizado y reflexionado sobre ellas.

La diferencia entre querer y desear algo radica en que lo deseado se circunscribe a lo emocional y afectivo, en tanto que lo querido está en el plano de la voluntad.

El deseo imperioso es propio de la juventud, es el chispazo de ilusión que enciende el fuego de la pasión, en tanto que el querer es el que está dirigido a metas más maduras y voluntarias, porque la voluntad es un acto de amor y decisión.

Enrique Rojas, en su libro “La conquista de la voluntad”, nos dice que existen distintos tipos de amor: el amor pasional, que representa la búsqueda del placer sexual que anula la razón; el amor vanidad, que es el que se conquista con fines propios hedonistas y el amor sentimental que es el más profundo y sincero, cuando no se puede concebir la vida sin la persona que se ama.
La voluntad se dirige hacia la mejor elección y nos define como personas únicas y distintas y esta elección implica saber lo que uno quiere y además estar motivado para hacerlo.
Para los materialistas, la motivación es biológica, o sea determinada por los instintos y todo de lo que de ellos deriva.

Desde el punto de vista cultural, la motivación se relaciona con los valores y el espíritu.
Para el Conductismo, la motivación la generan los estímulos externos e internos.

Tolman nos dice que la motivación es un juego de variables independientes e intervinientes, como por ejemplo la capacidad de cada uno, la forma de pensar, lo que se prefiere y la adaptación al medio.
Skinner, teórico del aprendizaje, sostiene que la motivación es la relación entre premios y castigos.

Todos los elementos motivadores son los que ponen en marcha la voluntad, fuerza capaz de superar las dificultades para alcanzar una meta.

La motivación es la representación anticipada de esa meta que es de donde surge el proyecto de una persona.

Fuente: “La conquista de la voluntad”, Enrique Rojas.