¿Qué sentido tiene la muerte?
Muy pronto, quizás antes de lo que
imaginamos, acabara nuestra vida en este mundo. Con frecuencia escuchamos que
una persona murió ‹‹ en la plena flor de su juventud ››; otro
falleció mientras jugaba, y uno más mientras dormía. No obstante, pocas veces
pensamos en nuestra muerte por considerarla una posibilidad muy lejana, de lo
cual no vale la pena ocuparse, al menos por el momento.
Hay quienes eluden el tema de la muerte porque
tienen miedo a disolverse en la nada como en el caso de los ateos; otros
experimentan el temor de ser juzgados por Dios – como ocurre con los cristianos
superficiales. Algunos huyen de la muerte por que están apegados a los bienes
materiales. Existen personas que no desean separarse de sus seres queridos,
parientes o amigos; y quienes simplemente temen enfrentarse a lo desconocido.
Lo cierto es que evadir, la reflexión tanatología nos impide aproximarnos a la
compresión de dicho suceso.
¿Qué es la muerte? El diccionario francés de
medicina y biología, dice que: ‹‹la muerte se caracteriza por la detención
completa y definitiva de las funciones vitales de un organismo viviente, con
desaparición de su coherencia funcional y la destrucción progresiva de sus
unidades de tejidos y células ››. La muerte es inherente a todos los seres
vivos. Desde el principio del mundo, los procesos de la naturaleza acercan a la
muerte a los seres estimados ‹‹incapaces›› para continuar viviendo. Sin duda
existen muchas causas para la muerte, pero la realidad es que todos tendremos
que pasar por ese trance.
Muchos filósofos han realizado importantes
tratados referidos al tema. Algunos de ellos, como Heidegger y Sartre,
analizaron a profundidad, y con gran aceptación, el carácter de ser-
para-la-muerte que tiene el hombre. En la actualidad, estas ideas
existencialistas, influyen poderosamente. Algunos han optado por vivir sin
reglas, pasándola bien sin importarles
nada más que entregarse al gozo mientras la vida dure.
Otros viven anhelando inmortalizarse, a
como dé lugar, en la mente de los demás, frente a la inútil rebelón contra la
muerte. Para ellos lo más que podemos esperar, es perpetuar un recuerdo en la
mente de otros.
Pero, pensemos. Si no hubiera finitud y
nuestra vida se prolongara durante años sin termino, seguramente asumiríamos
una de estas tres actitudes: podríamos dejar para después nuestro
perfeccionamiento viviendo siempre en la mediocridad; si iniciáramos dicho
perfeccionamiento, jamás veríamos concluida
nuestra perfección, y nos hartaríamos de buscarla sin conseguirla
definitivamente y, si nos perfeccionáramos, y completáramos nuestra sabiduría,
perderíamos el sentido de la vida, luego, ya nada nos quedaría por buscar ni
desear. Pero el saber en cualquier momento podemos morir y que cada instante
puede ser el último, da otro sentido a la existencia, el mundo se vuelve más
hermoso, y la vida una interesante oportunidad de trazarse metas y superar
retos.
La muerte para el cristiano
Para algunos, resulta difícil creer en una
vida después de la muerte; están muy acostumbrados a las cosas efímeras, y
afirman que creerían si alguien confiable regresara del ‹‹otro
mundo›› para confirmárselos. Los cristianos creemos por el testimonio de quien
ha vivido en ‹‹esa vida›› toda la eternidad: ‹‹Jesús dijo: Yo soy la resurrección
y la vida el que cree en mí aunque muera vivirá›› (Jn 11, 25).
Ahora bien, de ‹‹esa vida›› dichosa no
participaran todos lo que mueran, sino que habrá un juicio en donde se
recompensará a cada uno según sus obras. De ahí la importancia que tiene el pensar
en nuestra muerte, y con ello decidir
nuestra postura ante éste mundo. Esta no es nuestra casa definitiva, sino que
hay otra, a esa debemos aspirar. Quien ha servido al Señor con toda sinceridad
en una vida santa, no puede sino proyectar sus esperanzas a la eterna felicidad
de la visión divina. Todo hombre, por
naturaleza, clama en su interior, suspirando por lo eterno.
La vida eterna es un don de Dios, y a ella
estamos llamados todos. Es por eso que quien tiene fe no debe ver en la muerte
una desventura, sino el momento en el que se verán colmados sus más grandes
anhelos.
La muerte no debe ser temida. Toda la vida
debemos avivar el deseo de encontramos con Jesucristo. Los primeros cristianos
vivían proyectados siempre hacia la eternidad, y veían el momento de la muerte
como el nacimiento a la verdadera vida, por eso continuamente repetían en sus
oraciones: ‹‹Ven Señor Jesús›› (Ap 22,20)
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