El CEO nacido en Dupont


El Universal, Compañia Periodística Nacional. México 

El destino de Luis Rebollar siempre ha estado marcado por ese logo ovalado, blanco con letras rojas desde antes de su nacer.

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La razón por la que en el acta de nacimiento de Luis se lea “Tampico” como el lugar de alumbramiento radica en la empresa de la que hoy es el director general. En 1959 DuPont iniciaba las obras de su planta en Altamira, Tamaulipas, una de las más importantes del mundo, de cualquier industria. Su padre, el ingeniero con quien comparte el nombre, buscó empleo y lo consiguió lejos de la ciudad de México: lo mandaron a Tampico para trabajar en esa planta. Allí nacieron cuatro niños, entre ellos Luis, el segundo. 

Años más tarde, recién egresado de ingeniería, el que era el pequeño Luis visitó el edificio de Homero 206, en la ciudad de México. A la pregunta “¿Cómo te ves en cinco años” Luis respondió: “No sé exactamente dónde estaré en cinco años, pero en un periodo de 25 a 30 años mi meta es poder competir para ser presidente de DuPont México”. Quien le formuló la pregunta típica de Recursos Humanos lo contrató para supervisar la planta de Tlalnepantla donde se encargó de la línea de producción de fertilizantes y, más tarde, de las pinturas. Unos 26 años después cumplió su promesa.

Liderazgo compartido
 
Leticia Quintanilla, actual ejecutiva en Recursos Humanos, recuerda con claridad cómo Luis le dedicó especial empeño a reorganizar la planta de Tlalnepantla para optimizar procesos, pero sin tener que despedir a mucho personal. Parecía en ese momento algo inevitable. “Las horas que pasó para poder evitar que muchas personas perdieran su trabajo (fueron muchas). Querían ser más productivos, buscando opciones, escenarios, estructuras, después involucrando a sus supervisores de línea para que le dieran más ideas para poder sacar adelante el proyecto.” Finalmente lo logró, casi no se despidió a nadie. 

Desde ese momento se implementaron sus ideas enfocadas a la mayor producción. Entre ellas, la involucración del personal de base para generar las mejores propuestas, algo que continúa incluso en su nueva posición de CEO. Lo primero que hizo al llegar a esta posición fue ceder su liderazgo a todos esos líderes que ya estaban ahí: sus empleados. 

“A veces nos toca ser líderes y a veces seguidores, porque no necesariamente yo tengo toda la información o la experiencia para dar respuesta a cualquier problema. Cuando hay un problema no esperamos que tú solo tengas la respuesta a todo. Pero sí que puedas llamar a la mesa la gente que pueda ayudar a analizarlo y encontrar una solución. Ese es el estilo que buscamos.” 

Cuando Luis habla de sus valores y su estilo de liderazgo, se desdibuja si realmente se refiere a él o a la empresa. Incluso cuando habla de la construcción de la planta por la que nació en Tampico, se refiere a ella como “la planta que construimos en Tamaulipas”, como si él ya hubiera estado presente antes de haber nacido. 

Paralelismo 
 
DuPont es un nombre que se cita en los salones de clases por los procesos químicos y físicos que ha descubierto y patentado. Por más de dos siglos, ha sido líder del universo de la ciencia y la innovación. Pero después de retirarse del armamento (principalmente perfeccionó la pólvora) y de los productos químicos, hoy enfrenta nuevas oportunidades en innovación y ciencia. Justo como ha sucedido con la vida de uno de Luis Rebollar, su CEO. 

Los valores de la empresa han sobrevivido: seguridad y salud, respeto por el medio ambiente, ética y transparencia, y el respeto por las personas. Estos valores, consciente o no, su padre los llevó a su hogar. “Desde muy pequeño empecé a escuchar de la compañía. Siempre lo vi contento. Tenía la cultura de la empresa. Se me quedó grabado. (Mi padre) salió después de trabajar 17 años en DuPont.” Cuando Luis, recién egresado de ingeniería, tal como su padre, comenzaba a buscar trabajo, éste le dijo: "Si puedes entrar a DuPont, te lo recomiendo.” La suerte estaba echada.
Al segundo Luis Rebollar le tocarían los años en que la empresa se movía a su tercera etapa: la innovación y ciencia. Incluso, de sus primeras responsabilidades en Tlalnepantla estuvo la línea de producción de pinturas, hoy ya vendida. 

Don de gente
 
Los primeros días como presidente de la empresa en México, Centroamérica y El Caribe, después de aterrizar desde Ginebra (donde dirigía la unidad de negocio de Titanio para Europa, Medio Oriente y África), los dedicó, día tras día, a saludar a todos los empleados del edificio; cerca de 600 personas, lugar por lugar, mano por mano. Por eso de las personas con las que tuve oportunidad de platicar sobre Luis, casi todos me mencionaron su “don de gente”. 

Quizá se deba a que, de esa misma manera como lo recibieron a él, 26 años atrás en ese mismo edificio de la calle de Homero, él siente el compromiso de hacerlo con los demás. 

Luis te recibe porque te recibe. Si tienes un asunto que ver con él, no es un ejecutivo que te hará pasar por un escrutinio obligado para hacerte imposible contactarlo. Todo lo contrario: le pide a Maggie, su asistente, que simplemente busque el siguiente espacio disponible en su agenda y te asignará algunos minutos para platicar. 

Un día, a esa misma oficina llegó un hombre campesino que no tenía nada que ver con la compañía. El mismo Luis lo invitó a subir cuando se encontró con él en la acera. Que venía de lejos para buscar a su hermana “en la colonia Polanco”, le comentó. Pedía una ayuda para regresar a la central de autobuses. Su padre sufría de llagas en las piernas, que no cicatrizaban debido a una avanzada diabetes, para eso había viajado a la ciudad de México. Luis le compró los medicamentos que su padre necesitaba, pues para eso venía a buscar a su hermana. No quedó en un gesto personal, sino que involucró a algunos empleados para que le dieran alguna mochila y le consiguieran algo de comer para que regresara a su poblado. 

Si hay algún empleado que más admira a Luis, debe ser alguna de las dos chicas afuera de su oficina: Maggie o Mayté. Esta y otras anécdotas ayudan a que las asistentes se desborden de buenos adjetivos y se les nota el orgullo de trabajar con él. “No lo decimos porque sea nuestro jefe”, me aclaran, pero es la emoción en su voz lo que me convence. 

El extranjero
 
Cuando me pregunto cómo es que Luis llegó a ser director, cuál fue su estrategia, modo, suerte, me queda claro que fue algo que fue planeando. No planeó que lo designaran director, eso no estaba en su cancha. Sin saber con certeza si algún día lo elegirían, simplemente pedía apoyo para sus tres objetivos. 

Uno. “Quería trabajar en planta algunos años y después irme a grupos de negocio. Eventualmente llegué a ser jefe de planta. Lo disfruté.” Quería estar justo donde se generaba lo que DuPont generara. Así se metió en los distintos negocios de DuPont. 

Dos. “Varias funciones.” Ya había estado en producción, ahora buscaba Marketing y estudiar un MBA. La compañía lo apoyó, pero su apoyo estaba lejos de convertirse en una promesa por ser el director general. 

Tres. “Varios territorios. Aprendí a ser competitivo a nivel global." Primero le encargaron el negocio de dióxido de titanio para México y el resto de Latinoamérica. Allí acumuló experiencia al trabajar coordinado con otros países. “Inicié como VP de pigmentos para Latinoamérica. viajaba mucho a Brasil, Argentina y Chile. Esa fue mi primera oportunidad para liderar fuera de México.”
Más tarde, en 2007, le pidieron que cambiara de residencia a Ginebra, Suiza para encargarse del mismo negocio, pero para ser director general del negocio de Tecnología de Titanio para la región de Europa, Medio Oriente y África. 

—¿Qué aprendiste allá que no hubieras ya tenido con más de 20 años de experiencia como directivo?
—Que en México tenemos muy buena habilidad de desarrollar talento. Yo era tan bueno o mejor que cualquiera de ellos y eso me dio confianza. Me solté con todo mi potencial. 

Por algo México había sido la primera nación que la empresa norteamericana había elegido para invertir en el extranjero. 

Quizás hay varios caminos para llegar a ser CEO, pero el de Luis es con el que todo empleado sueña subir esa escalera llamada organigrama: desde abajo. Lo mismo ha pasado con DuPont como empresa, que ha tenido todas las bases para innovar y comercializar aquello donde pone valor agregado. 

La inversión de Luis
 
El año pasado, cuando Luis visitó Altamira para anunciar una millonaria inversión no pudo dejar de reflexionar sobre todo lo que había pasado desde que él había nacido, ahí mismo. Cierto. Él ya no era el mismo niño que correteaba en la planta. Pero tampoco DuPont era la misma. Hoy, el encargado de México, Latinoamérica y El Caribe convierte a esa misma planta en la segunda más importante del mundo. 

Para mantenerse al día, la compañía norteamericana está invirtiendo en Altamira, 500 mdd para la producción de dióxido de de titanio, un colorante industrial. Hace 10 años DuPont ingresó en el negocio de la seguridad y hoy es la empresa que asesora (una de sus 13 unidades de negocio) principalmente a la industria de petróleo y gas. Con la reciente Reforma Energética se abren nuevas opciones para la empresa, no sólo en asesoría de seguridad, sino en la generación de fertilizantes. (Pemex acaba de anunciar que producirá fertilizantes al comprar el negocio de AHMSA lo que significa más retos para la firma norteamericana.) 

¿Qué tan alto puede ascender un hombre cuando ya está en la cima? Luis, al igual que la industria, sigue avanzando. La innovación y la ciencia como motores de la industria no permitirán que DuPont deje de estar en el mapa. 

***
Ha habido dos Luis Rebollar en DuPont. Casualidad o no, el primer hijo del CEO también lleva el nombre: Luis Rebollar Tercero. "Tercero" por el apellido materno, tercero por ser el número tres con ese nombre, tercero por ser ingeniero y tercero, quizá, si decide entrar a DuPont para continuar con el legado de su padre y su abuelo. 

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