Impotencia de los Demonios

(Vida de San Antonio Abad)



Desde que el Señor habitó con nosotros, el enemigo cayó y sus poderes declinaron. Por eso no puede nada; Sin embargo, aunque han caído, no puede quedarse quieto sino que como tirano que no puede hacer otra cosa, se va en amenazas, aunque ellas sean puras palabras. 

Cada uno acuérdese de esto y podrá despreciar a los demonios. Se estuvieran confiados a cuerpos como los nuestros, deberíamos decir entonces: A la gente que se esconde, no la vamos a encontrar; pero si los encontramos, los vamos a dañar. Y en este caso podríamos escapar de ellos escondiéndonos y trancando las puertas. Pero éste no es el caso, y pueden entrar a pesar de estar trancadas la puertas; vemos que están presentes en todas partes en el aire, ellos y su jefe, el demonio, y sabemos que su voluntad es mala y que están inclinados a dañar, y que como dice el Salvador, el demonio ha sido homicida desde el principio (Jn 8,44); entonces si a pesar de todo vivimos, y vivimos nuestra vidas desafiándolo, es claro que no tiene ningún poder. 

Como ustedes ven, el lugar no les impide su conspiración; tampoco nos ven amables hacia ellos como para que nos perdonen, ni son tampoco amantes del bien como para cambiar sus caminos. No, al contrario, ellos son malos y nada hay que deseen más ansiosamente que hacer daño a los amantes de la virtud y a los adoradores de Dios. Por la simple razón de que son impotentes para hacer algo, nada hacen excepto amenazar. 

Si pudieran, estén ustedes seguros de que no esperarían sino que realizarían sus fuertes deseos: el mal, y eso contra nosotros. Noten, por ejemplo, como ahora estamos reunidos aquí hablando contra ellos, y ellos saben además que en la medida en que hacemos progresos, ellos se debilitan. En verdad, si estuviera en su poder, no dejarían vivo a ningún cristiano, porque el servicio de Dios es abominación para el pecador (Sir 1,25). Puesto que no pueden nada, se hacen daño a sí mismos, ya que no pueden llevar a cabo sus amenazas.

 Además, esto otro debería ser tomado en cuenta para acabar con el miedo a ellos: si tuvieran algún poder, no vendrían en manada, ni recurrirían a apariciones, ni usarían el artificio de transformarse. 

Bastaría que viniera uno solo e hiciera lo que fuera capaz de hacer o a lo que tuviera inclinación. Lo más importante de todo es que el que tiene realmente poder no se esfuerza en matar con fantasmas ni trata de aterrorizar con hordas sino que sin más trámites usa su poder como quiere. 

Pero actualmente los demonios, impotentes como son, hacen piruetas como si estuvieran sobre un escenario, cambiando sus formas en espantajos infantiles, con manadas ilusorias y muecas, con todo lo cual su debilidad se hace todavía más despreciable. 

Estemos seguros: El ángel verdadero enviado por el Señor contra los asirios no tuvo necesidad de múltiples, ni de ilusiones visibles, ni de soplidos resonantes, ni de sonajeras; no, él ejerció su poder tranquilamente y de una vez mató a ciento ochenta y cinco mil de ellos (2 R 19,35). Pero los demonios impotentes criaturas como son, tratan de aterrorizar, ¡y eso con mero fantasmas!


Si alguien al examinar la vida de Job, dijera: ¿Por qué, entonces, siguió el demonio haciendo cosas contra él? Lo despojó de sus posesiones, mató a sus hijos y lo hirió con graves úlceras (Job 1,13ss; 2,7), que esa persona se dé cuenta de que no se trata de que el demonio tuviera poder para hacer eso, sino que Dios el entregó a Job para que lo tentara (Job 1,12). Por su puesto no tenía poder para hacerlo; lo pidió y actuó sólo después de haberlo recibido. 

Aquí tenemos otra razón para despreciar al enemigo, pues aunque tal era su deseo, no fue capaz de vencer a un hombre justo. Si el poder hubiera sido suyo, no hubiera necesitado pedirlo, y el hecho de que lo pidiera no una sino dos, muestra su debilidad y incapacidad. No es extraño de que no tuviera poder contra Job, cuando le fue imposible destruir ni siquiera sus ganados a menos de que Dios accediera a ello. Pero no tiene poder ni siquiera contra los cerdos, como está escrito en el Evangelio: Y los espíritus malos rogaron al Señor: déjanos entrar en esos cerdos, mucho menos sobre los hombres hechos a imagen de Dios.


Por eso, se debe temer sólo a Dios y despreciar esos seres, sin tenerles miedo en absoluto. Y cuanto mas se dediquen a tales cosas, tanto más dediquémonos nosotros a la vida ascética para contraatacarlos, pues una vida recta y la fe en Dios son una gran arma contra ellos. 

Temen a los ascetas por su ayuno, sus vigilias, sus oraciones, su mansedumbre, tranquilidad, desprecio del dinero, falta de presunción, humildad, amor a los pobres, limosnas, ausencias de ira, y, más que todo para que nadie los pisotee, su lealtad a Cristo. 

Esta el la razón por lo que hacen todo para que nadie los pisotee. Conocen la gracia dada por el Salvador a los creyentes cuando dice: "Miren: yo les he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo (Lc 10,19).



SOURCE:VIDA DE SAN ANTONIO ABAD - Por San Atanasio de Alejandría

Complemento: San Antonio Abad y su Lucha contra el Demonio (Youtube)

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