Un sacerdote que a diario reta al demonio
Irene Medrano Villanueva / El Sol de Sinaloa
sábado 7 de septiembre de 2019
Héctor Orozco, a quien le atribuyen milagros y el don de bilocación, peregrina en todas, llevando siempre la palabra de Dios.
Culiacán,Sin.- ¡Es un santo…! dicen sus seguidores, sus detractores sólo guardan silencio y él calladamente, como un soldado de Dios, camina entre enfermos de cuerpo y alma, entre muertos y reos, cargando entre sus manos: rosario, jeringa y escapularios.
Sí, hablamos del padre Héctor Orozco Gutiérrez, mejor conocido como
el ‘Padre Jeringas’, de quien ya se ha dicho casi todo, pero que
conforme pasa el tiempo, su fama, pese a su humildad, trasciende
fronteras y él sin que la popularidad lo perturbe, sigue peregrinando en
hospitales, funerarias y la cárcel, contrastando su imagen levítica en
las calles de este Culiacán tocado por el diablo.
“El diablo está
en todas partes y en todas partes se te aparece, porque el hombre se ha
alejado de Dios y en la medida que se aleja, se deshumaniza y poco le
importa el dolor del hombre. Pero cuando se acerca al Creador, ama,
perdona, sirve”, dijo.
Hace un alto en su ajetreada vida -en ese
momento se dispone a llevar el mensaje a la cárcel-, atiende al Sol de
Sinaloa para pedirle a los sinaloenses que para “atajar al demonio” es
necesario acercarse más a Dios, a través de la oración que ha sido
olvidada, lo que ha provocado que está ciudad esté tan convulsionada.
CADA DÍA MÁS JOVEN y SERVICIAL
Se ha hablado mucho de su precaria salud, incluso, hay quienes lo han matado, pero él desmiente ese rumor.
¡Cada día estoy más joven! dice en broma el sacerdote, quien tiene 74 años de edad.
El
29 de junio pasado, cumplió 51 años de vida sacerdotal. Se le atribuyen
milagros y se dice que tiene el don de la bilocación –puede estar en
dos partes a la vez-, hecho que él mismo se lo atribuye a Dios.
“Estar
en dos lugares, no depende de mí sino del Señor. Yo no puedo usar ese
don cuando yo quiera…sino cuando el Señor así lo desea”, contesta.
Sus feligreses en pocas palabras lo describen: es un ser excepcional, humilde, caritativo…un Santo.
“Tiene
el don de la bilocación y nosotros ya nos acostumbramos a esa vida que
lleva el padre, por ejemplo, si en este momento está oficiando misa en
San Juditas, puede ser que al mismo tiempo le está dando los santos
óleos a un enfermo en el Hospital General. Es un ser de Dios”, comentan.
Su figura –siempre de blanco-, suele aparecer en el lugar menos esperado, como es el Semefo, o funerarias.
Algunas
noches por las escaleras que conducen al sótano, un sitio refrigerado
tétrico, fantasmal, donde están los difuntos, llega el ‘Padre Jeringas’
como un fantasma, vestido de blanco y una estola negra y sus
“herramientas” de trabajo, una jeringa y escapularios.
Uno de los
embalsamadores dice que de la nada se le aparece el ‘Padre Jeringas’.
Llega a horas de la noche, otras a las siete de la mañana, pregunta de
corridito quién es el difunto, no le importa si es un “malandro”, con el
mismo cariño le da los Santos Oleos, le reza, le cuelga un escapulario.
“Se
le nota que le duele. Se sienta y está más tiempo con el que fue
asesinado, que el que murió en su cama, eso es lo que me llama la
atención porque le habla, le pide que se arrepienta. A veces yo estoy
ensimismado en el embalsamiento del cadáver, escucho su voz que me
sobresalta, sin que nadie lo llame, ahí está, con la persona que
requiere de sus servicios en estos lugares como son los malandros que
llegan todos agujerados”, señala.
“El momentos más importante del
hombre es el paso del más allá, porque si el corazón está bien con Dios
se va a vivir con él para siempre, pero si no, se va a ir a quemar al
lado del fuego eterno”, señala el sacerdote.
En los hospitales es
lo mismo. De lejos se distingue su silueta enjuta, de andar pausado,
cabello cano, mirada penetrante y sostenida, se acerca a las camas, no
importa si ahí yace un enfermo contagioso. Lo primero que hace es abrir
un estuche que siempre trae consigo, de ahí saca una jeringa, la llena
de agua, la bendice y comienza a rociar al paciente, y a orar.
Muchos
de ellos, le piden los confiese y ahí está el padre jeringas inclinado
con el enfermo, pegado casi a su cara, para poder escuchar los pecados
del arrepentido, luego les coloca su escapulario.
ASÍ NACE EL PADRE
El padre Héctor Orozco nació un 25 de
enero de 1942 en León, Guanajuato, de origen humilde, su padre era
zapatero, tuvo 16 hermanos. A los 15 años, ingresó al Seminario de
Guadalajara y se ordenó el 29 de Junio de1968, de inmediato se trasladó a
Culiacán, oficiando en Catedral y así ha estado en los templos del
Carmen, San Francisco de Asís, del Espíritu Santo, Santa Rosa de Lima,
de Nuestra Señora de la Soledad, -donde los feligreses le erigieron una
estatua-, y a la fecha está en San Judas Tadeo.
El ‘Padre
Jeringas’ explica que lo bautizaron con este mote, porque empezó a
utilizar una jeringa cuando no le permitían en los hospitales llegar a
los cuneros o incubadoras, donde estaban niños delicados y les lanzaba
agua bendita para bautizarlos.
Poco a poco se fue familiarizando
con esta forma tan peculiar de echar agua bendita y hasta la fecha la
utiliza con enfermos, difuntos, reos, enfermos mentales, drogadictos y
entre la misma gente que así se lo pide.
TESTIMONIOS DE SANACIÓN
César es su asistente desde hace
más de 18 años. Siempre apoyando al padre Héctor Orozco, discreto,
servicial, atento a la más mínima petición del sacerdote.
“Fue un llamado que me hizo Dios de estar cerca del padre Orozco”, dice.
Luego
ante las largas jornadas del sacerdote, de sus andanzas con eso del don
de bilocación, de los milagros que realiza y de los exorcismos que
hace, de manera discreta contesta:
“Yo lo único que puedo decir es
que todo pasa porque Dios quiere y Dios actúa, a través del padre
Orozco. Si Dios le dio los dones es para el bien de su pueblo”.
Pero
no sólo se dedica a andar toda la noche por los lugares donde la gente
sufre, también los jueves, pero que desde esta semana cambió a los
miércoles en el Templo de San Judas Tadeo lleva a cabo la misa de
sanación, devoción que tiene el ‘Padre Jeringas’, “porque Dios es el
instrumento para que yo sane a muchas personas. Unas lo hacen de
inmediato, otras poco a poquito”, señala.
“Nos da el agüita de sanación”, dicen los asistentes.
Nunca se niega acercar a la gente a Dios, deja todo por sanar el alma con la oración.
Aseguran que da misa al mismo tiempo, en distintos lugares.
“Para Dios no hay límites”, contesta el padre.
Las enfermeras, los médicos, lo ven como un ser superior, lo respetan, pero sobre todo, lo catalogan un santo.
“Para
mí es una fantasía…pero la verdad de tanto que me cuentan, de lo que yo
he visto, quiero creer.
Lo que yo vi y nadie me lo contó, fue que hace
unos tres meses, no le alcanzaban los escapularios para darle a quienes
estaban en el hospital, se le acercaron familiares de pacientes y él, no
sé cómo le hizo, pero de repente los tres, cuatro escapularios se
convirtieron en una enorme madeja enmarañada. Para todos alcanzó”, narra
Estefanía, una enfermera que se encuentra entre incrédula y creyente.
Macrina,
una de sus fieles seguidoras, asegura que durante una evangelización en
Navolato, le tocó ver un milagro. Una señora tenía cáncer y su mayor
preocupación era dejar en el abandono a su única hija de seis años, el
‘Padre Jeringas’ la confesó, le pidió orar con mucha fuerza, a los días
que fue a hacerse los estudios su cáncer había desaparecido.
“Eso a
mí nadie me lo contó, porque yo viví de cerca el calvario que pasaba mi
cuñada, primero la enfermedad, la falta de recursos y la angustia de
que su hija iba a quedar completamente sola, no tiene padre ni hermanos,
ahora, gracias a Dios cuenta con su madre sana y agradecida”.
“La verdad a mí me robó el corazón desde que lo conocí. Me dicen que
estoy loca, porque lo he visto acompañando a un enfermo, me retiro de
esa sala, llego a otro pabellón y ahí está… Tendría que volar para estar
en la posición en la que me lo he encontrado, agachado en el regazo de
otro enfermo, además, el padre camina lento, cansado y no es posible que
esté en dos lugares a la vez, a veces me guardo este relato y otros
muchos del padrecito, no quiero que me juzguen, pero es Dios quien baja
al mundo terrenal en el cuerpo del padrecito”, señala una enfermera del
IMSS, quien para que no la juzguen, “mejor guárdeme el anonimato”.
Lo
que más llama la atención a los doctores, es la visita inesperada del
padre, que sin ser llamado al lecho de un moribundo, llega
inesperadamente, le da los santos oleos y con ese sigilo que llega, así
se retira…como algo divino.
También se le atribuye la realización de exorcismos, que él les llama “liberación”.
“El
demonio es una realidad, por eso hacemos liberaciones. A las personas
que están perturbadas por el demonio la ayudamos para que renuncien a él
y se conviertan. Que estén cerca de Dios, que huyan del pecado”,
explica.
Invitado a eventos sociales y religiosos, el ‘Padre
Jeringas’ parte plaza, la gente lo sigue, como si fuera un artista, no
le piden su autógrafo, le piden que les permita tocarlo, que les dé
escapularios…y él se deja querer, siempre orando, les lanza agua bendita
con su inseparable jeringa.
Finalmente el padre Jeringas les manda una salutación a los lectores del Sol de Sinaloa:
“Recuerda
que Dios te ama y quiere lo mejor para ti, que seas feliz, que vivas en
plenitud de vida.
Tenemos un arma muy poderosa que es el Santo Rosario
para proteger a la familia… porque no hay problema que no tenga
solución. Que Dios te bendiga”.
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